- Menudo ganado tenéis en esta boda
- ¿quien te gusta? ¿la morena?
- Si, esa... tiene unas tetas impresionantes para [...]
- Pues es mi mujer.
Toda edad tiene sus eventos sociales. Cuando tienes 10 años vas a comuniones de tus primos o las bodas de tus tíos. Cuando tienes 22 vas a pasos de ecuador y cenas fin de carrera. Cuando tienes 30 empiezas a ir a bodas de tus amigos o a bodas de amigos de tu novia/o. Luego empiezan los bautizos, las comuniones de los hijos de tus amigos... lo dicho, según los años que tienes vas a un evento u a otro.
32 años. Si, sé que el blog se llama crisis de los 31, pero como ya comenté hace tiempo, ya tengo 32. Este año ha habido un poco de todo. Primeras comuniones, bautizos y sobre todo, bodas. Y de eso quiero hablar. De las bodas.
Con mi estúpido criterio, las bodas se pueden clasificar de diversas maneras.
Por un lado están las bodas que te hace ilusión. De hecho, son esas bodas que si no te invitan te jode. Cuando te enteras, de ese tipo de bodas te alegras mucho, das una enhorabuena realmente sentida. Vas a la boda y hasta te emocionas. Te lo pasas muy bien en la comida y mejor en las copas. Desgraciadamente de esas bodas hay pocas.
Luego están las bodas que no te ilusionan, pero la verdad, como consideras que la boda va a ser un pedazo de juerga, porque van un montón de amigos. En esas bodas habitualmente no vas a la ceremonia, y para el segundo plato, las risas en la mesa son tal, que la comida no importa demasiado, con un poco de suerte le tiras los trastos a alguna prima de la novia, y aunque en general no recuerdes mucho esa boda, si que sabes que fue un pedazo de fiesta. Según lo grande que sea tu grupo de amigos, este es medianamente numeroso, y, aunque ir a este tipo de bodas sale caro, también te hace jode que no te inviten. Sólo que esta vez lo que te jode es perderte la juerga.
También están las bodas de compromiso. A estas, directamente, te jode ir. Te han invitado por ser el novio de tu pareja, no conoces a nadie, pero tu novia se enfada si no vas con ella. Pasas el tiempo lo mejor que puedes mientras tu novia se lo pasa muy bien. A eso de las 4 de la mañana, llevas a tu novia, ciega como un tiesto a casa. Te has gastado una pasta, pero, por no montar un follón, y porque en el fondo eres un caballero, sólo mascullas un par de maldiciones mientras vuelves a casa.
Finalmente están las bodas esas en las que un día, cuando vas al buzón, ves que hay una invitación. En ella, te informan que estas invitado al enlace entre María Consuelo y José Miguel. Y, después de leer y releer la invitación, no tienes ni la más remota de quien narices se casa. Llamas a un amigo y no ha recibido la invitación, con lo que intuyes que es alguien que no conoce a ese amigo tuyo. Preguntas a tu madre, no vaya a ser tu prima, la de Cáceres, que te suena que se llamaba María algo, pero, como no la ves desde los 12, ni sabes quien es. Tu madre te dice que no, que no es familia. Con lo que tras preguntar a dos o tres amigos, y que nadie te diga nada, te das por vencido. Decides ignorar la invitación. Después de todo, siempre puedes decir que no te ha llegado, hacerte un poco el orejas y evitar el dar el regalo. Pero, una semana antes de la fecha, y mientras estas en el Eroski haciendo la compra te encuentras con el Jimi, un compañero de la facultad, al que no ves desde... desde la cena de fin de carrera, y después de preguntarte que tal te va, te saca el tema de su boda. Tu, que no eres muy avispado, ya que después de todo, te has dejado el cerebro en casa, sólo habias ido a comprar papel higiénico y sal, y tu mayor preocupación era no saber donde está la sal, le sigues el juego, haciendo las típicas preguntas de cortesía.
Entonces, en ese preciso instante, mientras recuerdas que lo de Jimi venia de José Miguel, te das cuenta que has caído en la trampa. Todo era una estratagema para que no pudieses escaquearte de darle su regalo.
Y acabas ese sábado en la boda, en la que no conoces a absolutamente a nadie, te sientan en la mesa de los compañeros de trabajo del padre de la novia, que trabajan en un banco y son unos brasas. La única chica de tu edad es la novia, y para cuando la conoces ya está casada. Pero tu ahí sigues, porque después de todo, ya que has pagado el regalo de las narices, QUE TE INVITEN A CENAR.
La cita la pronuncio un amigo en una boda a la que nos habíamos auto-invitado. Conocíamos a un amigo del novio y este nos llamó y nos dijo que nos pasásemos. Por extraño que parezca lo hicimos, y pese a la frase de la cita, salimos airosos, sin ningún golpe y pasando una gran noche.
3 comentarios:
Unai, ahora ¿con qué cara te invitarán los amigos/familiares a los actos sociales, sabiendo que puedes pensar que son una molestia para ti?
Chico, chico. Con lo bien que nos lo hemos pasado siempre...
Yes of course, siempre nos lo hemos pasado bien... Como digo hay bodas y bodas...
De hecho, la primera que he comentado, a esa a la que te jode que no te inviten porque va a ser una boda intima, que te emocionas y todo cuando te enteras, es una boda a la que quieres ir.
Y te recuerdo que tu no me invitaste a tu boda... era intima.
(como mola echar la bronca y a la vez decir algo bonito en la misma frase)
Que perro, me has desarmado.
¿Cuanto te invito a algo?
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