La última vez que hablamos de este
tema nuestros expedicionarios habían vuelto al hotel. Algunos para dormir la siesta, otros unas cuantas horas después. Alberto había recibido un mensaje en el móvil y habían quedado con Sasha.
Sasha, aunque suene a nombre de chica, es el diminutivo de Alexander, y era un ruso enorme, compañero de clase de Alberto y nativo de San Petesburgo. Después del derrumbe de la Unión Soviética, acabó estudiando en España. Ahí conoció a Alberto, y a través de él a todos nosotros. Alberto y él fueron grandes amigos, y nosotros unos excelentes compañeros de juerga. Pasó el tiempo y Sasha volvió a Rusia. Cuando lo vimos, era un hombre casado y con importantes responsabilidades laborales.
Mientras planeamos el viaje a Rusia, sabíamos que Sasha estaba trabajando en Moscú. Y la idea era quedar con él cuando llegásemos ahí. Pero el azar, la suerte y un poco de buena voluntad, hizo que tanto él como su mujer estuviesen de vacaciones esos mismos días, con lo que aprovecharon para ver a la familia, y ya que estaban, quedar con nosotros.
Paso a recogernos por el hotel, y con él fuimos a un restaurante que le habían recomendado. Al no haber reservado mesa, nos tuvimos que sentar separados, pero como era el anfitrión ideal, y sabía que no teníamos ni idea de nada, eligió el menú sin consultar demasiado. Nos trajeron los entrantes, junto a un bote lleno de pepinillos, una jarra de zumo de naranja y una jarra de "agua".
Los rusos saben que en su país hace frío, y que el agua se congela, lo que no es muy bueno para el cuerpo humano. Por esta razón, decidieron hace tiempo, que el agua para los peces, y lo que nosotros pensábamos que era agua, era realmente vodka.
En España estamos acostumbrados a tomar el vodka con limón o con naranja, en copa, y con hielos. Pero eso es una mariconada para un ruso de buena cepa. El método local es el siguiente. Tomas primero lingotazo, luego pepinillo (para matar la primera arcada) y al final zumo de naranja. Si, como el tequila, el limón y la sal, pero sin mariachis.
Plato a plato, copa a copa, brindis a brindis, cuatro botellas fueron consumidas por los nueve comensales, pero en lugar de considerar que la noche ya había llegado al su límite etílico, nos montamos en unos chungo-taxis y llegamos al Plaza.
El Plaza era un club de moda en San Pete, pero al ser martes no estaba muy concurrido. Gracias a las habilidades negociadoras del guía local, acabamos en una mesa con sofás. Muy mono todo, pero en plan mafioso ruso de las películas.
En ese momento los recuerdos se confunden, sé que alguien decidió tomar vodka con naranja, mezclando el zumo con vodka directamente, pero no tuvo el detalle de avisar a nadie, con lo que si seguías el
"ritual", acabas con dosis doble. A partir de ahí... litros de zumo de naranja, bailoteos varios, muchachas atraídas por la opulencia mostrada, kilos de pepinillos, amigos inconscientes y botellas de vodka...muchas botellas de vodka.
Finalmente, llego el momento que cerraba el bar. Y la hora de pagar. Para ese momento, yo, que había dejado de beber un rato antes, debía ser el miembro del grupo con más consciencia (lo que no quiere decir mucho), y se dirigieron a mí para acompañarme a un cajero y pagar la destilería que habíamos consumido.
Teniendo en cuenta que Sasha había sido vencido, que Alberto yacía inconsciente, y que el resto de la expedición no iba muy católica, tendría que habernos indicado que la noche había llegado a su fin.
Pero nadie contaba con que Torres sufría el
efecto barco. Dicho efecto ocurre después de viajar en barco durante un tiempo. Como te acostumbras al bamboleo del suelo, cuando tomas tierra, por extraño que parezca, parece que la tierra se esta moviendo, con lo que te mareas.
El efecto barco dura unos minutos en los seres humanos normales, pero como ya he dicho, Torres, que ya llevaba dos días en tierra lo tenía encima. Si a esto le añadimos las ingentes cantidades de vodka consumidas... pues el efecto no es el mejor del mundo.
Sin entrar en demasiados detalles, fue un final de noche digno de recordar, y pese a que no estábamos en el mejor de los estados, al día siguiente logramos reconstruir los hechos entre todos. Hechos que, durante muchos años recordaremos entre risas, pero que no contaré aquí
El siguiente día comenzó tarde, y como Alberto estaba intentando recuperar la compostura después de la noche anterior, sin tener narices a levantarse de la cama, con lo que entre los que fuimos capaces de levantarnos antes de la hora de la merienda, aprovechamos para, entre todos, redactar el siguiente mensaje en la
operación ligue smsHas visto ya a Sasha? Yo estoy aki, aburrida, pensando en ti. Respondeme, venga.Pero, al estar el lector pasando la resaca, y el teléfono apagado, no tuvimos respuesta...