Hay un anuncio por ahí que dice que "Cuando tus amigos te invitan a más bautizos que a copas, ha llegado el momento de hacerte un plan de jubilación". Pese a mis años, todavía no estoy ahí (pero mucho me temo que en poco tiempo la cosa empiece a cambiar) Por el momento estoy en la época de las mudanzas. Amigos que se van de casa, se independizan, o se van a vivir con su novia (o dejan de vivir con su novia), o sencillamente cambian de piso, de pronto piden ayuda para realizar distintas tareas.
Un día de estos desarrollaré más este tema, pero hoy voy a contar una anecdotilla de uno de estas mudanzas.
(Cambiaré los nombres para preservar el anonimato de las partes)Pejota es amigo mio desde hace tiempo. Pejota tenía una amiga, María, que durante un tiempo fue algo más que una amiga. Y María decidió cambiarse de casa mientras era algo más que una amiga. En condiciones normales no me hubiese involucrado en esa mudanza, ya que Pejota no era el que se mudaba, pero María es una chica maja, y me cae bien, y como mi amigo ya estaba metido en la mudanza, Torres y yo decidimos ir a echarles una mano.
La mudanza era sencilla, ya que los dos pisos estaban a no más de quinientos metros, lo que hacía que pudiésemos trasladar las cosas voluminosas directamente por la calle. La única pega es que el piso de salida era un cuarto sin ascensor, lo que resulta cansado a la hora de bajar muchas veces.
Objeto tras objeto fuimos trasladando gran parte de la casa, y llego el momento complicado de la mudanza, el de mover las cosas voluminosas. Un colchón de 150, de muelles. Muy majo y muy cómodo (probablemente) y que pensaba un quintal.
Bajar un colchón de ese tamaño y peso por unas escalera es un trabajo considerable. Transportarlo por la calle es ligeramente incomodo. Pero subirlo siete pisos por unas escaleras estrechas hasta el nuevo piso era sencillamente inaceptable. Al ver el ascensor, nos dimos cuenta que iba a ser difícil meterlo ahí dentro. Pero también nos dimos cuenta que los colchones se doblan.
Así que entre los tres, Pejota, Torres y yo, conseguimos meter el parte del colchón dentro del ascensor. Y lo doblamos un poco, consiguiendo cerrar las puertas. Lamentablemente, el colchón impedía que las puertas interiores se cerrasen, con lo que el ascensor no subía. Torres, que es pariente próximo de
Pedro Picapiedra tuvo una gran idea.
Usar a Pejota de tope. Pejota es pequeño, y el ascensor podría cerrar si el aguantaba el colchón lo suficiente. Luego subíamos hasta el piso, llamábamos al ascensor y descargábamos todo.
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Así que hicimos un poco el animal y metimos al colchón y al amigo dentro del ascensor. Yo subí por las escaleras, y, para ir ahorrando tiempo llame al ascensor en el segundo piso, mientras subía las escaleras.
Mientras yo llegaba al séptimo piso, el ascensor intentaba llegar al segundo, pero la presión del colchón doblado impedía a las puertas interiores abrirse, y al no abrirse las puertas interiores tampoco lo hacían las exteriores.
Dentro del ascensor había poco aire, con el colchón, presionando por un lado la puerta y por otro a Pejota contra la pared. Y el bravo Pejota, sacó el hombre valiente que todos llevamos dentro.
"Me falta el aire, no puedo respirar"Llamamos al número de emergencias de la empresa de ascensores, pero los domingos, los servicios de urgencia para sacar a la gente del ascensor tardan un poquito más de lo normal en acudir.
"Sacarme de aquí, me estoy agobiando mucho"Nosotros fuera intentábamos tranquilizarlo como podíamos, mientras llegaba el técnico.
"No puedo salir...Socorrísimo"Y al oír
Socorrísimo nos entro la risa tonta... porque ya me direis a quien narices se le ocurre decir gritar
socorrísimo...
Al final, encontramos unas herramientas que nos dejó abrir el ascensor, sacamos a Pejota todo sudado de ahí dentro y terminamos subiendo el colchón desde el segundo al séptimo por las escaleras.
Creo que el colchón todavía no se ha recuperado de estar media hora doblado... Y de vez en cuando seguimos llamando a Pejota,
socorrísimo.